Historia y Bailes de la Fiesta de La Tirana

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Un festival de colores, bailes y cantos para alabar a la Virgen de las Vírgenes: eso es la fiesta religiosa de Nuestra Señora del Carmen en La Tirana. En medio del desierto más árido del mundo, un pequeño poblado de no más de mil habitantes recibe anualmente unos 250 mil peregrinos, que acuden a una gran fiesta.

La Historia de la Fiesta de La Tirana

La tradición que da origen a La Tirana se remonta a 1535, en los albores de la conquista de Chile, cuando el capitán don Diego de Almagro, procedente del Cuzco, ingresó al norte del país con quinientos cincuenta españoles y un séquito de 10 mil indios. Entre éstos, dos de gran relevancia: Paulino Tupac, príncipe de la familia imperial de los Incas, y Huillac Huma, último sumo sacerdote del desaparecido “culto al Sol”, junto a su hija, la princesa Ñusta Huillac.

En las filas habían también, sigilosamente infiltrados, varios “wilcas” –capitanes de los antiguos ejércitos imperiales incas– y un puñado de “ex-sacerdotes”, los que enmascaraban sus planes de venganza con sumisas actitudes de obediencia.

Sorprendido mientras urdía una trama contra los españoles, el príncipe fue muerto. El sacerdote huyó poco después; y su hija Ñusta logró escapar también de la hueste de Almagro, refugiándose junto a un grupo de guerreros en un tupido bosque de tamarugos, árboles del desierto muy abundantes entonces.

Transformando el tamarugal en un refugio inexpugnable, Ñusta se convirtió en capitana de un grupo cada vez más numeroso de indígenas, con los que asolaba la región. Como princesa y sacerdotisa, revivió el culto proscrito e hizo renegar a muchos indígenas de la fe, ejecutando a todo español o indio cristiano que pudiera atrapar.

En una de sus expediciones guerreras, capturó a un portugués llamado Vasco de Almeyda, minero aventurero que buscaba la quimérica “Mina del Sol”. La princesa se dejó llevar por una inclinación amorosa hacia el prisionero, y fue dilatando su ejecución, tiempo que éste aprovechó para enseñarle la doctrina católica y, por fin, bautizarla. Pero sus guerreros, desconfiados, la espiaban desde hacía algún tiempo. Al ver que su capitana renegaba de la religión inca, mataron a ambos a flechazos. No obstante, respetaron la última voluntad de la princesa, colocando una cruz en su sepultura.

Años más tarde, el misionero mercedario Fray Antonio de Rondón la encontró, y levantó en el mismo sitio una ermita a la Virgen del Carmen. Esta etapa de la historia, la de la conversión de los pueblos originarios y su evangelización fueron especialmente complejos:

«Si bien las formas del culto católico y su canto provocaron fascinación entre los indígenas, tal como narran los primeros cronistas, no resultó fácil, pues no era solo el cambiar de nombre de un dios, sino que implicó el cambio de una cosmovisión ancestral a la que el nativo del continente no renunció y no ha renunciado nunca en su totalidad. Esto generó la consolidación hacia el s. XVIII de lo que conocemos como catolicismo popular, tan arraigado en el alma latinoamericana. La Ñusta es expresión de ese proceso.» (1)

El Origen de la Fiesta de La Tirana

Durante un par de siglos esta pequeña ermita se mantuvo como centro de peregrinación familiar para los habitantes de la zona, que manifestaban con cantos y bailes populares su veneración por la imagen de la Virgen.

En 1830 la región comenzó a experimentar una gran transformación debida al auge del salitre. Materia prima esencial para muchas manufacturas de la época, generó la fundación de varios centros de explotación y procesamiento, conocidos como “oficinas salitreras”, que contrataban abundante mano de obra en el sur del país. Muy pronto estos obreros, en una tierra lejana y agreste, se habituaron a visitar la ermita de Nuestra Señora del Carmen.

Con el tiempo resolvieron iniciar una campaña de recolección de materiales para construir una iglesia, la que fue inaugurada el 16 de julio de 1886.

Hacia 1930 llegó el ocaso de la explotación salitrera y las oficinas fueron cerradas paulatianmente. Pero, aunque obligados a emigrar a las grandes ciudades del norte y centro de Chile, los pampinos mantuvieron la hermosa tradición de peregrinar una vez al año a La Tirana, y hoy la fiesta se transformó en un legado de identidad chilena de la pampa.

Elcira Soto, nacida pampina, recuerda que en en esa época “la gente venía en camión a la Fiesta desde la oficina de Buenaventura, en familia. Antes de salir debíamos pedir permiso al encargado de la oficina, bailando frente al edificio de la administración. Comencé en un baile piel roja de la oficina de Victoria. La gente venía de todas las oficinas. Y todos esos bailes continúan hasta el día de hoy porque siguieron sus hijos, nietos y bisnietos de esos bailarines. Es una tradición familiar, muy sacrificada en esa época.”

De esta forma, el santuario se fue haciendo más conocido y comenzó un flujo cada vez mayor de devotos.

Un rasgo característico y fundamental son los coloridos y animados bailes religiosos: Promeseros, Cuyacas, Gitanos, Chunchos, Pieles Rojas, Morenos, Indios… son sólo algunos nombres de los casi doscientos grupos que cada año rinden tributo a la imagen de la Virgen del Carmen de La Tirana.

Para quien los conoce por primera vez, los bailes pueden parecer algo extraño pero al mismo tiempo sorprendente. Son el resultado de una fusión entre antiguas ceremonias incas, el carnaval chino –debido a los numerosos inmigrantes de ese país llegados a comienzos del siglo XX– y las danzas populares en honra de la Virgen del Socavón, patrona de los mineros bolivianos.

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Masiva misa frente al Santuario del 16 de julio.

La “Fiesta Grande” se realiza el 16 de  julio, el día de Nuestra Señora del Carmen, feriado nacional, pero para los bailes religiosos los preparativos empiezan en marzo, con la confección de los vistosos trajes y los ensayos de la coreografía. Con el pasar del tiempo, los grupos fueron organizándose en asociaciones de fieles, también llamadas “hermandades”. Cada una debe recaudar los fondos para contratar la banda de música que tocará durante su baile frente a la Virgen.

Los movimientos multicolores de esos bailes religiosos y la devoción creciente a la Virgen del Carmen configuran una de las mayores manifestaciones de piedad popular en Chile, tanto como llamar a La Tirana la Capital de la Fe del Norte de Chile. Una fe que para llegar al Corazón de Cristo, busca instintivamente la mediación de María.

Los Bailes de la Tirana

Algunos de los bailes religiosos que participan en la fiesta:

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Antawaras: Danzas realizadas en punta de pie y con brazos levantados, originados en las ceremonias incaicas de culto al Sol, lo que explica el carácter invocativo de los brazos hacia el cielo. El hombre baila con ropa uniforme decorada, un sombrero de fieltro generalmente de color crema y un poncho delgado decorado con lentejuelas y lana de colores. Las mujeres utilizan polleras, blusa decorada, sombrero de fieltro y zapatos bajos.

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Chinos: O “servidores”, venidos desde el santuario de Andacollo ( La Serena), de origen posthispánico. Visten trajes que son remembranzas de los antiguos mineros de la región, de color café carmelo especialmente bordados, con sus culeros en la cintura y capachos (trozos de cuero para cargar mineral) en la espalda. La música se basa en instrumentos aerófonos monocorde y un tamboril. Hoy en día la sociedad religios «Baile Chino» es la más antigua en la festividad.

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Chunchos: Baile mixto de origen boliviano, los bailarines describen círculos, con pasos y saltos largos. Éstos llevan una lanza de madera en la mano denominada «chonta» conectada a un cable tenso que permite percutir con la madera generando un sonido suave característico. Es acompañado con pitos, tambores (bombos) y caja y en los últimos años han sido agregados instrumentos de percusión y bronces. Los vestidos, aunque son de colores uniformes, están ornamentados con plumas coloridas y en algunos casos se porta un penacho en la cabeza.

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Gitanos: Como lo dice su nombre, el baile recuerda los grupos gitanos, con vestimentas coloridas y donde destacan el uso de pañuelos (en el caso de los hombres, es utilizado extendido detrás de los hombros). Las mujeres acompañan la música con la utilización de panderetas.

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Sambos Caporales: Esta danza tiene un origen boliviano de raíces afro portuguesas. Es una danza mixta, que necesita de mucho espacio para desplegarse. Corresponde a una sátira a los capataces de la industria azucarera. El caporal lleva un látigo que representa el poder y el orden de sus esclavos. Los zambos representan a los esclavos, utilizan cascabeles en sus botas que hacen alusión al sonido de cadenas.

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Indios: Originados bajo influencia del cine mudo estadounidense que llegaba a los teatros de las oficinas salitreras. Imitan las representaciones de indígenas apaches, sioux, pieles rojas, etc. La vestimenta se remite a largos tocados de plumas y cintillos y el uso de lanzas para marcar el compás de la música. En la noche se realizan grandes fogatas en torno a las cuales se danza acompañados de bandas musicales que recuerdan antiguos western.

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Tobas: Baile inspirado en los indígenas de la zona selvática amazónica del oriente, sus movimientos son saltos y formaciones, por su condición de guerreros. Los tobas se ubican actualmente en la zona del Chaco, a orillas del río Pilcomayo.

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Kullacas: En quechua, «hermana mayor». Se remonta a las danzas ceremoniales de las Vírgenes del Sol del Imperio inca. Este baile femenino consta de diversas mujeres que giran en torno a una gran vara. Cada bailarina lleva una cinta de color unida al extremo superior de la vara, por lo que a lo largo de la danza, las distintas cintas se trenzan en el poste, para seguir luego desenredándola y así terminando la danza.

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Morenos: Esta danza muy caracteristica de las fiestas religiosas del Norte de Chile representa a los esclavos de los pueblos originarios del Norte de Chile (propiamente mineros) los cuales eran forzados a trabajar para los colonos. Usan una matraca simulando el sonar de las cadenas de estos ya sea en pos de celebración o recogimiento.

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Diabladas: Son las más vistosas por el decorado de sus trajes y sus atractivos pasos de baile. Se inspiran en la diablada altiplánica boliviana que llega a la fiesta el segundo tercio del s. XX. Se basa principalmente en filas de cholas (mujeres) y diablos ( hombres) quienes frente a la imagen de la Virgen van danzando intrincadas coreografías que representan la lucha del bien y el mal. De noche las máscaras de los hombres se iluminan con luces, lo que llena de colores la noche pampina.

(1) La Conversión al Cristianismo de la Ñusta Huillac. Experiencia de Fe de un Pueblo peregrino en La Tirana… en  revista Humanitas Nº 82 pp 238-253