Renacer de las Tradiciones en el Chile de Hoy – II

Ya nos referimos en este sitio al sorprendente renacer de tradiciones que se ha verificado en Chile, concomitante al despertar de creatividad y de energías económicas que el país ha experimentado en los últimos treinta años.

Analicemos el tema más cuidadosamente.

Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor, creada por el ex canciller Alfredo Moreno Charme, en la célebre Plaza de España de Sevilla durante la gira que culminó con la presentación para la Reina de Inglaterra en el Castillo de Windsor. Son las tradiciones de la tierra que se revisten de gala en el Chile de hoy.
Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor –creada por el ex canciller Alfredo Moreno Charme– en la célebre Plaza de España de Sevilla, durante la exitosa gira europea que culminó con presentación para el Jubileo de la Reina de Inglaterra, en el Castillo de Windsor. Son las tradiciones de la tierra revestidas de gala en el Chile de hoy.

Dos impulsos que, hoy en día, no van habitualmente juntos

Cuando un país experimenta en nuestra época un crecimiento económico como el que se verificó en Chile desde 1985 hasta la fecha –el cual conlleva un grado significativo de modernización de sus estructuras productivas, abertura a los mercados internacionales, incorporación de tecnologías de punta e integración de nuevos grupos sociales al esfuerzo de emprendimiento– normalmente muchas de sus antiguas tradiciones tienden a menguar o resentirse; a quedar cubiertas por el polvo de un pasado que las aleja de la actualidad casi irremediablemente.

No fue lo que aconteció. Al contrario –como ya lo venimos destacado en este sitio– asistimos, en las mismas décadas, a una paralela y singular revitalización de nuestras tradiciones religiosas, sociales y culturales en ámbito regional o nacional. No sólo eso, el fenómeno se ha dado en un abanico temático muy amplio y variado e incluyendo a todos los niveles sociales, como lo muestran descriptivamente las más de 1.000 entradas de “Identidad y Futuro” al respecto.

¿De donde procedió este elán  para hacer presente con vigor nuestra Tradición en la actualidad?

¿Un origen común en este doble movimiento de renovación económica y afirmación de la Tradición?

Sin duda es importante intentar identificar el trasfondo psicológico y social de este doble movimiento de modernización económica y de afirmación y desarrollo de nuestras tradiciones, para discernir en profundidad los rumbos posibles de nuestra patria en el porvenir.

¿De donde vino, pues, este elán de alma en tantos sectores y en tantos temas conectando la Tradición  al presente y proyectándola hacia el futuro?

Ciertamente hubo un movimiento profundo de defensa instintiva de la propia identidad, en diferentes sectores de Chile, frente a factores centrípetos adversos o uniformadores involucrados en la abertura del país a la globalización mundial; la cual, con todos sus beneficios, acarrea también los riesgos y desafíos de todas sus interdependencias y sus dinamismos cosmopolizantes, secularizantes y, tantas veces disolventes en materia de principios, valores, tradiciones y culturas nacionales.

En Chile, como en muchos otros países en todo el mundo, se experimenta en nuestra época la fuerte necesidad de llenar de sentido trascendente el vacío de las sociedades secularizadas del mundo globalizado de hoy; de resistir al desarraigo que tiende a producir en sus culturas y tradiciones la invasión de un cosmopolitismo pardo; de escapar a la banalización de la vida, del trabajo y de las relaciones humanas, a la pérdida del sentido del decoro y de lo sagrado; en cuerpos sociales cada vez más anorgánicos, con masas de individuos perdidos en el anonimato de las grandes megalópolis contemporáneas.

Pero la simultaneidad entre el crecimiento económico-social y la revitalización o la puesta en día de las tradiciones, deja ver también en el caso chileno, por lo menos, algo más; un matiz digno también de nota.

parque bicentenario de vitacura
Santiago con la cordillera nevada al fondo visto desde el Parque Bicentenario, que se inscribe en el plano de valorización de las riberas del Mapocho; lo cual, junto con la reciente creación de otras grandes áreas verdes en diferentes comunas metropolitanas, mejora la calidad de vida de la capital, revelando una nueva preocupación de autoridades con el medio-ambiente. Foto de @Bcalderona

Una búsqueda –con esperanza y optimismo– de más vida, colorido, progreso y civilización para Chile…

Tal simultaneidad sugiere, en efecto, la existencia de un vector común, de un mismo estado de espíritu, presente en la transformación de mentalidad que posibilitó o animó, en profundidad, tanto un impulso como el otro: o sea, la modernización y el avance económicos y la revitalización y puesta al día de tradiciones en variados aspectos de nuestra cultura viva. Este supuesto ayuda a explicar su sorprendente concomitancia.

Realmente, en ambos impulsos puede identificarse una tendencia nueva que se manifestó, sino en toda, por los menos en vastos sectores de la sociedad chilena chilena pos-70, en el sentido de dejar atrás los desgastantes conflictos de las décadas anteriores  y encontrar, con decisión, las vías de un sano progreso y renovación del país.

Es decir, un Chile menos gris y estagnado, con más vida y optimismo, con más tono y esperanza; con más colorido, luz y belleza, que anhela –por un recto amor a si mismo– asimilar sin complejos los progresos materiales de la civilización. Pero que, por ese mismo elán, desea ver su fisonomía cultural y sus más arraigadas tradiciones elevar el nivel de su expresión y revestirse de mayor brillo, a tono con el progreso económico-social.

En definitiva, son sectores sociales muy diversos que buscan esa forma de libertad y de felicidad de situación, que pueden traer consigo los avances templados de la civilización material; los cuales exigen a su vez, de quien se involucra en ellos, mejorar el nivel de su accionar rumbo a la excelencia y ampliar sus horizontes personales y familiares (1). Pero que, en general, por buscar esa misma libertad y felicidad de situación, ven también con simpatía o quieren con empeño  el desarrollo y perfeccionamiento de una cultura viva que represente una continuidad con sus tradiciones y su legitima identidad histórica.

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Habiendo residido fuera de Chile, desde finales de 1968 hasta el año 2000, cuando volví noté –por agudo contraste–, las diferencias entre el país que había dejado y el que reencontraba. El cambio producido era inmenso. Lo cual, para quienes lo vivieron en el día a día, acostumbrándose paulatinamente a ello, talvez no se presente tan nítido.

Para mejor comprender este doble surto de renovación es interesante y oportuno retroceder en la historia reciente y considerar ciertos aspectos del momento histórico concreto en que se inició. Es lo que haremos en un próximo comentario.

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[1] Pueden leerse sobre los alcances de este cambio, por ej., las precisas y reveladoras observaciones documentadas por  Patricia Politzer – formuladas desde un angulo diferente del nuestro–, en su libro “Chile de que estamos hablando: retrato de una transformación asombrosa”, Editorial Sudamericana 2006, 347 pp.