Si usted, atraído por sus hábitos caseros, comparó más de una vez lo “típicamente chileno” con alguna comida o alguna bebida diferente, le gustará saber que su inquietud ha llegado al Congreso. En efecto, el 7 de agosto pasado parlamentarios de diversas bancadas presentaron un proyecto de ley que busca declarar “patrimonio cultural inmaterial” a ciertos platos tradicionales de nuestro país.
¿Por qué esta relevancia? El ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, explica que la gastronomía es “una expresión viva de nuestro saber y quehacer. Es tan diversa como nuestra geografía, revela diferencias y hábitos que van construyendo identidad. Es un saber que suele transmitirse por generaciones y nos referimos a ella como una expresión del patrimonio vivo”.

Pero, junto a este reconocimiento de los sabores que más nos identifican, el proyecto quiere impulsar la difusión de nuestra cocina, para “que la comida chilena cuente con una política de promoción dentro y en el exterior, para que se convierta en un verdadero sello”, como asegura el diputado independiente Pedro Velásquez (Coquimbo), promotor de la iniciativa.
Aparte de platos tradicionales como el charquicán, las humitas, el pastel de choclo o el caldillo de congrio, está presente también la cocina chilota con su curanto y milcao, o preparaciones nortinas como el chairo, sopa con carne de alpaca o llama que se comparte con Bolivia, y el qala purka, un caldo picante que tiene maíz, papas, carne y piedras calientes para conservar la temperatura.

La antropóloga Carolina Franch, de la U. de Chile, aconseja no olvidar “una alta gama de preparaciones que pueden asociarse a determinadas fiestas religiosas y culturales, lo que debe ser puesto en valor”.
Es que la identidad de un país no es una mera abstracción, antes bien, se relaciona necesariamente con ciertos colores, ciertos sonidos, ciertos sabores característicos, que tienen la virtud de hacernos “sentir en casa” sin importar dónde estemos.
Fuente: La Tercera