Descubierta en la región de Tarapacá, a raíz de una colecta de material vegetal efectuada el año 2003 por la Universidad Arturo Prat, que buscaba rescatar plantas de vid que quedaron olvidadas en el tiempo desde los años de la Conquista y la Colonia, logrando sobrevivir en el desierto más árido del mundo, guardaban el recuerdo de la antigua producción vitivinícola de esta zona.
Para su identificación, se realizaron análisis moleculares a nivel nacional e internacional y al no lograrlo, se procedió al registro de la cepa ante el Servicio Agrícola y Ganadero en Santiago; así en el año 2016, después de dos temporadas de evaluaciones en terreno, se entrega el registro definitivo de la cepa, constituyéndose en la primera cepa vinífera chilena, bautizada como “Tamarugal”.
Posiblemente, su origen se deba a una mutación, dada las condiciones extremas de este desierto que provocó un cambio genético, transformándola en algo nuevo, que le permitió sobrevivir y adaptarse a las condiciones del desierto más árido del mundo, constituyéndose en un patrimonio genético invaluable.
Esta cepa blanca, de baya grande, de color verde amarillento, se produce “Vino del Desierto” en una versión de vinos blancos secos y abocados, que un vino de color amarillo claro y que en boca deja aromas a piña, durazno, melón y un sabor dulce. Sabor que es potenciado por un “terroir” único y que le confiere un sello identitario para la región de Tarapacá y cuya calidad permitió obtener medalla de oro, en el año 2018, en el Concurso Internacional Catad´Or Wine Awards.
Para quienes deseen probarlo solamente pueden conseguirlo en la Estación Experimental Canchones (comuna de Pozo Almonte, región de Tarapacá), pues es parte de un proyecto de investigación y transferencia tecnológica.
Estación Experimental Canchones:
https://goo.gl/maps/G6P7iCaP4EYwkmik8