En las últimas décadas se ha producido un redescubrimiento de los auténticos valores enraizados en la religiosidad y de piedad populares en nuestra América Latina (Fiestas Religiosas). No se trata de tender una mano benévola a unas inapreciables tradiciones que se busca rescatar…Hay algo más. El fenómeno necesita ser mejor estudiado. No estamos ante una mera persistencia de antiguas manifestaciones religioso-culturales que nos hablan del pasado. Hay allí matices nuevos de fervor, de vitalidad y de fuerza que, de alguna manera, apuntan hacia el futuro.
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Fortalecimiento y desarollo de la religiosidad popular en Chile
Por lo que se puede observar en nuestro país, asistimos al gradual fortalecimiento de estas expresiones de fe y piedad arraigadas en la tradición. Ellas revelan actualmente una mayor conciencia de sí mismas; tienden a expandir su radio de acción, renovar su espiritualidad y buscar una mayor perfección, tanto en su expresión simbólica como en su contenido real. Algo del alma de Chile late ahí con mucha vitalidad y espontaneidad.
Es una vida que parece fluir como respuesta libre y auténtica – llena de plenitud y alegría – a una moción del Espíritu Santo. Son gentes de Fe sincera que aman a Dios, a la Virgen, a los Santos y quieren manifestárselo públicamente; sin complejos, ni máscaras o dobleces; sienten la necesidad de alabarlos y agradecerles y despliegan en esto, con originalidad y rectamente, su propio ser e identidad. Por eso, buscan expresarse con toda su persona: cuerpo, alma y espíritu. Mediante el colorido, los gestos, el canto, la danza y la noble belleza de la fiesta religiosa se elevan por sobre su cotidianidad, intensificándola, en busca de una dimensión sagrada, donde esperan recibir el don gratuito de una comunión íntima con Dios, la Virgen y el mundo trascendente. Tal búsqueda viene, de suyo, acompañada de una cercanía real con el prójimo, visto y valorado como el hermano.
Algo nuevo se manifiesta allí que contrasta, por ejemplo, con el secularismo trivial que se ha apoderado de las relaciones vigentes en el país oficial; frecuentemente frías, distantes, demasiado convencionales y utilitarias, cuando no interesadas y conflictivas, sea en el ámbito económico, académico, político, o religioso.
PREJUICIOS RACIONALISTAS QUE LIMITAN ACCESO A LA REALIDAD
Para discernir con nitidez el fenómeno es necesario alejar ciertos esquemas racionalistas que limitan nuestro acceso a la realidad. Ello exige una abertura respetuosa y humilde a la realidad; un conocimiento más atento y directo de la vida misma, con sus matices y complejidades tantas veces sutiles e inabarcables. Se podrán captar y comprender entonces, en este universo de tradiciones vivas que crece y se afirma, las riquezas psicológicas, culturales, morales e espirituales de alto quilate que allí se gestan. Se nos escaparán, en cambio, si vemos en la sociedad humana solo números y ecuaciones; si la observamos a través de los anteojos de unos prejuicios positivistas y materialistas, o la segmentación plana de las encuestas.
Las armoniosas coreografías de bailes a la Virgen en el Norte Grande y el Chico hoy expandidas por todo Chile, los más de 100.000 cuasimodistas que a lo largo del país salen a “correr a Cristo” en el primer domingo después de Pascua, las celebraciones tradicionales de las variadas fiestas de los Santos Patronos, las grandes peregrinaciones a los Santuarios o el canto popular a lo poeta, han experimentado un crecimiento cuantitativo y cualitativo. Al mismo tiempo puede notarse que hoy atraen ya la atención de otros sectores de la sociedad e inclusive de la élite, la cual, muchas veces, tenía dificultad en comprender su valor y significado.
Pensamiento y mirada de la Iglesia
No es casual que en estas últimas décadas la mirada de la Iglesia, haya recaído sobre esta realidad que considera un verdadero “Tesoro del Pueblo de Dios”, de modo especial en Latinoamerica. Juan Pablo II, en su memorable vista a Chile en 1987, ya lo había realzado en el sermón de la Misa celebrada en el Hipódromo de Peñuelas, en la Serena.
Benedicto XVI en Aparecida: cultura nacida del encuentro de la Fe con las etnias originarias
Benedicto XVI al inaugurar la Vª Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe reunida en mayo 2007 en el santuario de Aparecida, Brasil, nos da una visión de conjunto y en profundidad sobre la identidad cristiana de nuestros pueblos y la riqueza de su religiosidad popular. Dijo el Papa a los obispos en la solmene ocasión: “La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y de lenguas”
El don de la Fe para los pueblos latinoamericanos
Pero ¿qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para nuestros pueblos? La respuesta del Pontífice nos deja ver la insondable cualidad y vigor de esa sabia vital que nutre la raíz de nuestra identidad y su renovación actual: “ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio.” Es muy miope y mezquino inscribir tal plenificación en el contexto de una dialéctica de lucha de pueblos y culturas, como algunos se empeñan en sostenerlo hoy en día. Benedicto XVI afirma: “Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta.”
Cristo no es ajeno a ninguna cultura y persona
El Papa tiene claro que “en última instancia, sólo la verdad unifica y su prueba es el amor. Por eso Cristo, siendo realmente el Logos encarnado, «el amor hasta el extremo», no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta anhelada en el corazón de las culturas es lo que les da su identidad última, uniendo a la humanidad y respetando a la vez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la verdadera humanización, en el auténtico progreso. El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura.” Por ello, no vacila en afirmar que “la utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado.”
El alma de los pueblos latinoamericanos trasparece en su rica y profunda religiosidad popular
La sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos:
- El amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha amado hasta entregarse por nosotros;
- el amor al Señor presente en la Eucaristía, el Dios encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de vida;
- el Dios cercano a los pobres y a los que sufren;
- la profunda devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y locales. Cuando la Virgen de Guadalupe se apareció al indio san Juan Diego le dijo estas significativas palabras: «¿No estoy yo aquí que soy tu madre?, ¿no estás bajo mi sombra y resguardo?, ¿no soy yo la fuente de tu alegría?, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?» (Nican Mopohua, nn. 118-119).
- Esta religiosidad se expresa también en la devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos. Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar”(Cfr. Discurso de Benedicto XVI en la inauguración de la Vª Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil; domingo 13/V/2007).
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