Su técnica es el martillado tradicional de la época colonial, pues antes de la llegada de los españoles el cobre no era trabajado de esa manera. Va martillando poco a poco láminas de diferentes espesores de acuerdo al objeto que va fabricando. En una tetera puede demorarse 4 días y muchos de estos objetos son de una sola pieza.
Anteriormente era tallador en madera, luego descubrió que el cobre era mucho más maleable y el resultado sorprendente. Sentía un proceso creativo aún mayor.
Alejado del ruido, y cultivando un bajo perfil que le permite dedicarse con cuerpo y espíritu a sus creaciones, vive en el antiguo campamento minero de Coya, en la comuna de Machalí, VI Región. Zona cuprífera por excelencia, pero también un entorno rural y natural en el que inspira sus creaciones como el Tete-Tagua y el Tete-Pato, ambos galardonados con el Reconocimiento de Excelencia de la UNESCO para las Artesanías de los países de Cono Sur.
Llama la atención que muchos de los objetos que fabrica estén relacionados con la cocina, pero no es por un sentido comercial, sino que por el rescate que ha hecho de la cocina colonial (con muchos objetos de cobre) investigando en museos y re-descubriendo las técnicas manuales con que fueron hechos. Ese es su aporte, también, en el rescate y promoción de una tradición, para así poder transmitir un conocimiento.