La obra que preside el salón del Senado en Santiago, “El Descubrimiento de Chile” del pintor nacional Fray Pedro Subercaseaux, recobró nueva vida gracias al convenio de recuperación alcanzado entre los presidentes de ambas Cámaras y el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile.

Con la presencia del Presidente del Senado, Juan Antonio Coloma, la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés y el director del MAC, Daniel Cruz, así como autoridades de la corporación, académicos, restauradores y expertos se realizó la ceremonia de entrega de los trabajos de restauración del cuadro “El Descubrimiento de Chile” del afamado pintor nacional Pedro Subercaseaux.
La obra que engalana el Salón de Honor del Congreso Nacional fue encargada por los titulares de ambas Cámaras en 1913 y, “desde entonces nunca se había intervenido”.“Esta es una deuda histórica que el Congreso tenía con este cuadro”, dijo el presidente del Senado.
Agregó que “los países que aprecian su historia y quieren sustentarla para las futuras generaciones tienen la obligación moral de cuidar esa historia. Lo que estamos haciendo en este caso, es precisamente eso: entender cuál fue el sentido original de esta obra, qué quisieron decir, renovarla y proyectarla al futuro”, dijo el senador Coloma.
El parlamentario agradeció a la Universidad de Chile, al personal del Museo de Arte Contemporáneo y a todo el equipo del Senado que ha trabajado en los proyectos de recuperación del edificio patrimonial, especialmente, cuando ha sido afectado por terremotos o incendios, en distintos periodos de su historia.
El senador Coloma recordó que con motivo del Día del Patrimonio, los titulares de ambas Cámaras acordaron esta restauración y “probablemente tendremos que hacer más cosas en adelante para recuperar la historia… el arte, la república y la democracia no son contradictorias, están hermanados y esta es una invitación a construir un mejor país”.
Cabe precisar que, durante el mes de junio, un equipo de siete artistas pertenecientes a la Unidad de Conservación y Documentación del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), participó en las metódicas labores de limpieza y recuperación de la tela, liderados por la restauradora, Marta Rebora.
La rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés, calificó esta ceremonia como “un acto lleno de belleza. No sólo la artística e histórica de la obra sino también la que contempla el acto de cuidar el patrimonio y aquella que encierra el trabajo colaborativo de varias instituciones del Estado”.
Agregó que “ésta es una forma de expresar nuestro propio compromiso con la historia, el cuidado del legado cultural y el cumplimiento de nuestra misión de contribuir al desarrollo cultural”. Esta obra que hemos heredado es memoria de un pasado, es voz plasmada en los muros y hablará por muchas generaciones”.
Por su parte, el director del MAC, Daniel Cruz recordó que “en el Día del Patrimonio, una larga fila de ciudadanos de todas las edades rodeaba el edificio del Congreso y lo primero que pensé fue en la necesidad de abrir estos espacios a la ciudadanía. Niños, jóvenes, adultos y adultos mayores muy interesados en conocer estos espacios. Eso habla de un país que quiere conocer su identidad y qué mejor para nosotros poder participar en la recuperación de este cuadro que tiene 110 años”.
Fray Pedro Subercaseaux y el origen de “El Descubrimiento de Chile”
Fray Pedro Subercaseaux describe en sus memorias su fascinación por la pintura histórica, un derrotero al que llegó producto de su amor por su patria, tras una vida marcada por los constantes viajes. Sin embargo, esta pasión, no superó nunca su intensa vocación religiosa que lo guio hasta el final de sus días como monje benedictino.
Nacido en Roma en 1880 recibió una educación europea debido a la labor diplomática de su padre, Ramón Subercaseaux. Artista innato e ilustrador fue el creador del primer personaje de la historieta chilena…en realidad fueron dos: el Barón Federico Von Pilsener y su sagaz perro salchicha, ‘Dudelsackpfeifergeselle’.
El pionero del comic chileno, bajo el seudónimo de ‘Lustig’ narraba las aventuras basadas en los diversos infortunios que vive el personaje del profesor Von Pilsener, ya sea por desconocimiento del idioma como por las curiosas costumbres y los vicios locales. Su deseo era “hacer resaltar, en forma humorística, nuestros propios defectos, exponiéndolos a la crítica de un imaginario observador europeo”, reconoció el propio Subercaseaux.
Curiosamente, los avatares de su propia vida lo llevaron, al igual que su personaje ficticio, a enfrentar una serie de tribulaciones y desafíos tanto personales como artísticos.
Encontrar una gran tela
En la chacra familiar del Llano Subercaseaux tenía su taller en la que había sido “una antigua bodega de vinos”, donde “trabajaba sin parar. Nunca tuve la paciencia de llevar una lista de todo lo que pinté en aquel entonces, ni en años posteriores”.
Numerosas obras como “Abrazo de Maipú”, En busca de Chile” o el “Apóstol Santiago”, salieron de aquella bodega, excepto la gran tela que decora hasta nuestros días, el Salón de Honor del Congreso Nacional, en Santiago. Esa, la tuvo que realizar en condiciones “bastante incómodas y en una bodega mucho más grande”.
En 1913, los presidentes de ambas Cámaras, Fernando Lazcano y Carlos Balmaceda encargaron al connotado artista pintar ‘El Descubrimiento de Chile por Almagro’ que resultó un “lío descomunal, muy ingrato para él”, según recuerda su sobrino nieto, el embajador Mariano Fontecilla.
La Primera Guerra Mundial hacía sentir sus efectos y para el artista fue imposible conseguir una tela que tuviera las enormes dimensiones que requería el Salón de Honor del Congreso,- unos 48 metros cuadrados-, por lo que se vio obligado a pintarla sobre varios trozos de tela que él mismo tuvo que cocer, con la ayuda de algunos obreros especiales.
Pero cuando las aflicciones parecían haber terminado “vino lo peor”.
”Llegaba yo un día al Congreso con ánimo de cobrar lo que me era debido, cuando me encontré con una multitud de honorables señores que llenaban el gran salón discutiendo acaloradamente. Se hallaban también presentes varios caballeros de aspecto más apacible que habían sido convocados de árbitros y que debían dictaminar sobre si se debía, o no, aceptar mi cuadro”, consigna en sus memorias, Pedro Subercaseux.
El embajador Fontecilla recuerda que aquella polémica tuvo su origen en una “contrariedad política porque senadores y diputados no fueron consultados y reclamaron airadamente contra las mesas”. Esta peripecia contrarió mucho a su “tío abuelo, no solo por el intenso escrutinio público” al que fue sometida su obra sino porque “él contaba con el pago de dicha tela (20 mil pesos) para viajar a Europa con su mujer e instalar su taller allá, incluso tenía los pasajes reservados” cuenta Fontecilla.
La Curiosa lección de pintura
¿Corresponde el retrato de Almagro al de un individuo de cuerpo pequeño y feo de rostro?
¿A cuánto ascenderá aproximadamente el número de jinetes y peones que forman la columna expedicionaria?
¿La escena representada recibe en realidad, o tan sólo aparentemente, la luz solar desde el Sudeste?.
Con tal detalle de preguntas, las respectivas mesas encargaron a la Sociedad Chilena de Historia y Geografía que elaborara un informe sobre “el valor histórico del cuadro pintado por don Pedro Subercaseaux para decorar la testera del Salón de Honor del Congreso Nacional”.
Se nombró a los destacados intelectuales Aureliano Oyarzún, Max Uhle y Tomás Thayer Ojeda, para hacer la crítica histórica del cuadro. Constituida la comisión, y después de un riguroso examen se requirió además las opiniones multidisciplinarias de connotados expertos: el bibliófilo e investigador, José Toribio Medina; el Director de la Escuela de Bellas Artes, Fernando Álvarez de Sotomayor; el botánico, Federico Johow y el Subdirector del Observatorio Astronómico, Ismael Gajardo, entre otros.
Durante varios días los sabios y peritos discutieron y elaboraron sendos informes sobre cada detalle del cuadro: las figuras humanas, la geolocalización del valle, la vegetación, el color de las flores del quisco; no se escapó ni el perro, el cual estuvo en la mira por sus patas “muy delicadas” para la penosa travesía de los expedicionarios españoles.
“Las críticas se referían todas a detalles particulares de cuadro. No hubo ni una sola observación al conjunto de la composición, ni sobre sus méritos o deméritos en cuanto obra de arte, lo que me dejó pensativo”, concluyó en sus memorias don Pedro Subercaseaux.
Fuente: senado.cl