Las centenarias imágenes habían sido damnificadas en un acto vandálico y fueron recuperadas por el Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) en Santiago , gracias al aporte económico de los propios lugareños.

La Parroquia San José de Algarrobito y en particular la comunidad católica de El Molle, en el valle de Elqui (IVª Región), se preparan para celebrar su fiesta patronal en honor a la Virgen de la Merced el domingo 30 de Septiembre. Este año, sin embargo, la conmemoración reviste características especiales: las imágenes religiosas de Jesús Crucificado y la Virgen de la Merced, dañadas sacrílegamente por un vecino de la localidad en mayo del 2011, están retornando a su capilla para presidir como siempre la procesión y fiesta religiosa de este próximo fin de semana, después de cuidadosa restauración.
La alegría se justifica por la restauración en sí misma y también porque detrás de ella estuvo, además del trabajo de los especialistas, la determinación, la movilización y el aporte de la comunidad local.
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El Atentado y sus alcances
La comunidad de El Molle, vio perturbada su serena calma una mañana de mayo del 2011, cuando un vecino ingresó a la antigua capilla y atentó contra la imagen de Santa María de La Merced y el Crucifijo. El acto vandálico tuvo el agravante de ser practicado al interior de un lugar sagrado y contra imágenes venerables de más de 200 años antigüedad —piezas únicas de arte religioso colonial— representando al Señor Crucificado y a su Santa Madre. Pero constituye además un atentado contra el alma y la expresión de la fe católica de un pueblo que ve en dichas imágenes un elemento entrañable de su historia y de su patrimonio religioso comunitario y parte de la propia identidad a que tiene pleno derecho.

Ni el inexorable paso del tiempo ni las vicisitudes de una sociedad que deambuló históricamente entre las actividades agrícolas y mineras, hicieron disminuir el arraigo del inconmensurable amor que los habitantes profesan por lo que estas imágenes representan; amor cuya continuidad, entrelazando los recuerdos transmitidos de padres a hijos por generaciones, forma una rica cadena espiritual de fe, devoción y vida que debe ser resguardada como un bien precioso.
El Valor Histórico de las Imágenes
Al mismo tiempo en que – como se verá – era contactado el CNCR para tratar de la restauración de las imágenes, el Programa de Patrimonio Religioso comenzaba a realizar un trabajo de gestión para recuperar también la historia de los Mercedarios y la tradición de estas imágenes en el Valle de Elqui. Raúl Campos Vega, Profesor de Historia e Investigador del Programa, realizó una pesquisa para identificar el origen de estas imágenes y de la presencia de los mercedarios en el valle de Elqui. Su trabajo ha dado importantes luces sobre la presencia de estos frailes y su acción.
Campos ha llegado a la conclusión de que es muy probable que las antiguas imágenes de El Molle provengan del convento mercedario abierto en Vicuña en 1821, cerrado posteriormente a causa de las leyes que la naciente república había impulsado para confiscar los bienes de la iglesia y secularizar a los sacerdotes.
El convento mercedario de La Serena fue el primero en 1825 en ser cerrado. Tres años después, en 1828, lo haría el de Vicuña. Los enseres religiosos del convento habrían ido a parar entonces a la capilla de El Molle. Esta teoría se sustenta en el hecho de que conjuntamente a las imágenes existentes en esta capilla, hay misales y atriles que tienen grabado el clásico escudo de la orden de los frailes mercedarios. Ninguna otra capilla o iglesia de la región de Coquimbo conserva vestigios tan evidentes del paso de la orden.
Otra teoría sobre su origen hace referencia a una antigua tradición recogida por el padre claretiano Principio Albas en su libro Nuestra Señora del Rosario de Andacollo —obra básica para el estudio de la historia del santuario— en el cual relata que las imágenes de Andacollo, el Molle y Algarrobito habrían llegado juntas desde el Perú. Aunque en lo que respecta a las imágenes del atentado la hipótesis es difícil de verificar, ella deja ver, de cualquier modo, la realidad inequívoca de que la religiosidad popular y la fervorosa devoción a la Virgen vienen entre nosotros como una tradición ininterrumpida desde tiempos coloniales, estando en la propia raíz de nuestra identidad.
El largo Camino de Restauración
Al poco tiempo de acontecido el lamentable atentado, la Comunidad del Pueblo y la Parroquia San José de Algarrobito tomaron contacto con el Programa de Patrimonio Religioso, equipo de jóvenes profesionales que durante ese tiempo ejecutaban el proyecto de Ruta Patrimonial Iglesias del Valle, que recomendó acudir al Centro Nacional de Conservación y Restauración, especializado en la recuperación de piezas antiguas.

El mismo CNCR había realizado labores de intervención en estas imágenes durante el desarrollo de un proyecto de puesta en valor del arte sacro de la Arquidiócesis de La Serena, realizado entre los años 2000 y 2002, a raíz del terremoto de 1997 que dejó en evidente estado de deterioro muchas iglesias de la región de Coquimbo, lo cual obligó a realizar un catastro detallado de sus bienes.
En aquella oportunidad la intervención contempló reparar daños menores, pero ahora los profesionales del centro se encontraron ante una escena dantesca: el Cristo había sido arrancado de cuajo, los brazos de la imagen quedaron colgando en la cruz mientras la cabeza fue desprendida del torso; por su parte La Virgen fue desprendida de su pintura y su soporte había quedado totalmente destruido.
Recuperar una pieza de patrimonio es una tarea compleja y el Centro de Conservación y Restauración evaluó el costo de la restauración en torno de los 3 millones de pesos, cifra altísima para una pequeña comunidad rural que recientemente y con mucho esfuerzo había invertido una gran suma en la reparación del techo de su capilla. El nuevo gasto era un golpe importante para el espíritu de esta comunidad, ya afectada por la destrucción de sus queridas imágenes religiosas, sumado a la mínima compensación que el tribunal de letras de Vicuña estimó que el autor del atentado debía restituir por su daño.
No obstante, el fervor religioso del pequeño pueblo pudo más. El costo total de la restauración fue asumido íntegramente por los habitantes de El Molle y una tarde de Julio ya se habían reunido los recursos suficientes que permitieron enviar las imágenes a Santiago para su completa reparación a cargo de los profesionales del CNCR. Los mismos especialistas que realizaron, en su momento, la restauración de la imagen de la Virgen del Carmen de la Parroquia del Sagrario, quemada también intencionalmente, aplicaron sus técnicas para recuperar estos símbolos de identidad y Fe.
Si Usted quiere ver como termina esta historia lo invitamos a acompañar a la comunidad de El Molle este fin de semana del 29 y 30 de septiembre, en que volverá a tener a su Virgen Patrona de regreso en su capilla, presidiendo con esplendor la fiesta tal como lo ha venido haciendo desde hace más de un siglo en este pequeño vergel del valle de Elqui.
Los Mercedarios, el pajarete y el pisco
Los mercedarios ejercieron, además de su gran labor evangelizadora, un rol civilizatorio en lo que hoy es la IVª Región. Se les reconoce por ejemplo el hecho de ser los primeros en iniciar el cultivo de la vid en el valle de Elqui y Huasco durante el periodo colonial. Era fundamentalmente para el vino de misa, el denominado pajarete que recibía inicialmente el nombre de “mercedario” en clara alusión a los frailes.
Otra referencia que vincula a los mercedarios con la producción vitivinícola, específicamente con la producción de pisco, radica que en el pueblo de San Félix al interior del valle del Huasco se venera una imagen del mismo nombre, pero que en realidad correspondería a San Pedro Nolasco, fundador de la orden mercedaria, junto con una imagen de la Virgen de la Merced que ha inspirado fervor popular desde tiempos coloniales.
La actual localidad de san Félix fue anteriormente conocida como Horcón Quemado, cuna del privilegiado destilado reconocido mundialmente.
Una última referencia que vincula a la congregación con la producción de licores la hizo el argentino Horacio Videla, en su libro «Historia de San Juan», en la que indica que el suelo trasandino donde las vides hicieron su aparición fue Santiago del Estero, pero llevadas desde La Serena en 1556 por el sacerdote Mercedario Juan Cidrón en forma de estacas y semillas, cuando éste fue a prestar servicio sacerdotal. Lo señalado nos permite presumir que el cultivo en los valles semiáridos de la región de Coquimbo ya se habría consolidado en los primeros 10 años de asentamiento colonial español.
Fuente de Texto y Fotos: Programa de Patrimonio Religioso.