Provistas de un algodón y con frascos de distintos solventes, las voluntarias del equipo de conservación de la Catedral Metropolitana, pulen los muros buscando sacar los rayados ofensivos y blasfemos que realizaron manifestantes abortistas el pasado 25 de julio.
Dos Chiles se enfrentan en nuestros días ¿hasta donde esta confrontación podrá llevarnos?: uno amargado, negativista hasta el anarquismo, lleno de odio, sin respeto por nada ni por nadie, soez y vulgar, busca el escándalo y no reconoce mas dios que su propio instinto. Lo vimos en el atentado sacrílego contra la Catedral Metropolitana y contra la celebración del Santo Sacrificio de la Misa en el día del Apóstol Santiago, patrono de la Ciudad. El el otro Chile, pacífico y amante del orden y de la vida,valora y agradece con humildad y alegría los dones que la Providencia ha dado al país, cultiva sin ruido ni alardes las tradiciones y la memoria histórica, preserva el patrimonio tangible e intangible, mirando con esperanza el futuro. Un buen ejemplo de ello, las voluntarias que con serena y eficaz diligencia y sencillez han reparado una parte de los daños que los primeros causaron.
Contra el tiempo y buscando dejar lo más parecido a su estado original, cinco voluntarias, trabajaron durante todo el día buscando el producto más adecuado a la superficie a tratar y descubriendo los tipos de pinturas utilizadas. Fueron apoyadas técnicamente en su labor por el Consejo de Monumentos Nacionales y por el Centro Nacional de Conservación y Restauración.
Con fuerza y paciencia, Carmen Pizarro, licenciada en arte y restauradora, ha dirigido este equipo de voluntarias. Cuando vio el estado en que había quedado la Catedral su primera reacción fue de profundo dolor, y declara que “uno lo siente propio, es como si te hubieran dañado a ti”. Pese a este sentimiento inicial se muestra confiada en el trabajo realizado y dice “uno lo hace con tanto cariño, es como si cuidáramos un enfermo que estás ayudando a salir adelante, es muy lindo y se llena el espíritu”.
Y aclara en que no se puede hablar de restauración si no que solo de limpieza. “Primero fue constatar los daños, sacar fotografías de todo lo que sucedió. Luego el sábado tras la aprobación del Cabildo iniciamos la limpieza. Más adelante hay que pensar en una restauración sobre todo de los confesionarios”, indica.
Con respecto al sacrilegio que se efectuó en la Catedral, Carmen lo repudia decididamente. “Lo encuentro inconcebible, no se puede explicar que alguien cause daño en un edificio sagrado. Me molesta mucho, es una falta de cultura y respeto hacerlo aquí o en las murallas de otro edificio histórico, es algo que no entiendo”, señala. Y reconoce que falta dar a conocer más lo que tenemos, “que los mismos católicos aprecien su patrimonio, hay que encariñarse con los objetos y las personas”.
Trabajando a full y muy emocionada dice que “esperamos que quede todo bien, que se pueda realizar la misa de sacralización del templo este miércoles sin ningún problema”.
Paz Tejada, es la más joven de las restauradoras de la Catedral. Junto al algodón y los químicos, la acompaña la oración en su trabajo, “ya que no solo afectó la parte material si no que la espiritual” dice, mientras frota las paredes de la entrada principal de la Iglesia.
“Soy muy católica y le tengo mucho aprecio a la Catedral, por lo que quedé perpleja con lo que pasó, pese a ello estoy feliz de ayudar en algo”, señala.
Y agrega que “el mayor problema es que son varios rayados y en varias superficies, por lo que hay que ver cómo vamos tratando los muros y la extensión, por la piedra porosa, además estamos contra el tiempo y somos un equipo pequeño”.
Antes del miércoles 31 de julio, estas cinco mujeres acabarán la primera parte de su trabajo. Luego seguirán con sus tareas habituales de conservar las colecciones particulares, los textiles, las esculturas, entre otros objetos de la Catedral de Santiago, que forman parte de la historia del país.
Fuente: www.iglesiadesantiago.cl