En un camino interior, de tierra, y rodeado de sus galgos, patos y gallinas Antonio Catrileo (70), arregla los huesos y tendones del pie derecho del joven Héctor Lagos, quien pocas horas atrás jugando al fútbol sufrió de las bravuras de un contrincante.
Antonio hace unos cuarenta años que sigue, aquí en los campos de Lautaro, región de la Araucanía, la enseñanza de su padre, también componedor de huesos, quien poco a poco le fue transmitiendo la forma, posición y funciones de la estructura ósea humana. Aprovechando su gran habilidad va aliviando los problemas derivados de fisuras, luxaciones, esguinces y fracturas.
Atiende en la cocina de su casa a quien le pida su ayuda.Su señora Juana Navarrete mira curiosa una labor que la ha acompañado durante su vida de casada con Antonio.
Antonio mantiene viva la sabiduría de la medicina tradicional, también presente en otras comunidades, y es una expresión del patrimonio cultural inmaterial presente en nuestro país.