Daniel Alvarado (26) desde pequeño concurría al taller de su tío Patricio Salinas donde éste cada año se dedicaba al noble rito de elaborar volantines en su natal Quilicura. Por esos años dicha Comuna era una zona tranquila, casi rural, de la zona norte de Santiago, allí, entre coligues y papeles, Daniel esperaba que pasaran rápido los días para la llegada de las Fiestas Patrias, época en que se desplazaban hasta la Carretera San Martín a vender el trabajo al que dedicaban tanto esfuerzo.
No le interesaba mucho elevarlos, su pasión iba por combinar colores y formas, para luego dar vida a un volantín o un pavo. “Es la magia del volantín, tomar pequeños pedacitos de diferentes colores y comenzar a unirlos para formar el cuadrado, y así formar un volantín.”
Su oficio requiere un trabajo manual muy fino, porque el papel es muy delgado, y también paciencia, pues para uno de los más complejos que fabrica demora más de 30 minutos. Utiliza un papel importado, que tiene colores más vivos, palillos de coligüe y neoprén. El tamaño más común es de 40×40 cm.
Los mejores clientes son los jóvenes y adultos, quienes buscan el tradicional volantín y no el estampado o el cometa de plástico. “Me gusta que los demás reconozcan el trabajo que hago, que digan que es el más bonito, y que mis modelos no se encuentren en otros puestos”.