Saliendo de Santiago por la autopista del Sol hacia la zona rural de la comuna de El Quisco, (a 125 Km de Santiago y a 7 del balneario), en una vuelta del camino “entre eucaliptos y cipreses, El Totoral aparece. Tiene su estrella divina, faro de luz en la iglesia De la Merced” canta el poema de Eduardo Bustos Alister, guardado con cuidado en el museo local.

El Totoral tiene una iglesia y una imagen patronal con historia. El último gobernador español del Reino de Chile, don Casimiro Marcó del Pont abandonaba apresurado el país e hizo una escala en el pequeño pueblo que quedaba en su camino a Valparaíso y, en esa dramática ocasión, donó a la iglesia parroquial del lugar la imagen de la Virgen de la Merced que llevaba. Es la misma que hasta hoy se venera en la añosa y bella iglesia parroquial construida en estilo colonial en 1815.
La pintoresca localidad de unos 600 habitantes es apegada a sus costumbres y tradiciones, que atesora y cultiva con amor. Sus campesinos y artesanos saben hacer ver y gustar el encanto de su histórico terruño, tanto como sus comidas típicas y los más de 40 licores que preparan con frutas, hierbas locales y el secreto de antiguas recetas familiares. Y después de haber tenido su fiesta de la chilenidad del 16 al 18, se prepara ahora para homenajear, el 24 de septiembre, a su celeste Patrona, la Virgen de la Merced.
La noche anterior, la víspera, la iglesia recibe a los cantores a lo divino, que venidos de diferentes rincones con sus guitarras y guitarrones entonan las décimas poéticas en una Vigilia de honor a Nuestra Señora.
Desde antaño, cuando llega el 24 de septiembre, todo El Totoral y su microcosmos, con el párroco a la cabeza, manifiesta la riqueza sicológica y moral de su vida y personalidad, reuniéndose sagradamente alrededor de su querida Señora de la Merced, para alabarla y festejarla con fervor y vibrante color local. Los habitantes y campesinos de la redondez dejan entonces la cotidianeidad para entrar en clave de Fiesta sacra. Esta comienza por la celebración por excelencia: la Eucaristía que asume la forma inculturada de la hermosa Misa a la chilena.

A continuación, tiene lugar la procesión tradicional hacia el cerro La Cruz. La histórica imagen es llevada solemnemente por las calles y el pueblo que canta y danza – como lo hacía David ante el Arca de la Alianza en el Antiguo Testamento- agradece y alaba con alegría las bondades y grandezas de la Madre del Salvador.
El visitante peregrino que hasta allí llegare habrá podido tomar contacto, conmovido, con la originalidad del alma popular y su resiliencia; su capacidad de resistir y aún proyectarse con garbo, en plena modernidad uniformizante. Es la voluntad de ser que continua brotando del vigor puro y sencillo de una Fe que nada ha podido arrancarle.