En numerosas ciudades hay un monumento que simboliza de modo especial la protección de la Divina Providencia para todo el país. Por ejemplo, la imagen del Cristo Redentor, en lo alto del Corcovado, Rio de Janeiro, y la del Sagrado Corazón de Jesús, en “Cerro de los Ángeles”, Madrid. También Santiago de Chile tiene este privilegio con la imagen de la Virgen del Cerro San Cristóbal.
Corría el año de 1904 y el arzobispo de Santiago, don Mariano Casanova, reunió a sus sacerdotes y un grupo de laicos para buscar la mejor forma de celebrar el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Propuestas iban y venían hasta que el Pbro. José Alejo Infante idea erigir un monumento a la Inmaculada en la cima del Cerro San Cristóbal, fácilmente visible desde cualquier punto de la ciudad. El arzobispo no quiso oír más propuestas, su decisión estaba tomada.
La Virgen del Cerro San Cristóbal, un grandioso monumento de Fe
Mons. Casanova puso manos a la obra. Pero ¿Dónde fabricar la imagen? Debido a la fuerte influencia cultural de Francia en la época, optó por ese país, donde también podía contar con los buenos oficios del embajador de Chile, don Enrique Salvador Sanfuentes.
A quien se le dieron sólo dos directrices: la estatua debía ser gigante y estar inspirada en la famosísima obra del escultor Joconetti que está en la Piazza Espagna, en Roma.
La Casa Val d’Osne de París, fue la encargada de la confección de una imagen de hierro fundido de 14 metros de altura. Varios “padrinos” del proyecto, pertenecientes a la alta aristocracia santiaguina, proporcionaron los recursos financieros.
Pero había un gran inconveniente: el tamaño de la estatua y la lentitud del transporte hacían imposible su entrega antes de la fecha deseada.
—¿Qué haremos? Preguntó al Arzobispo uno de los “padrinos”.
—“No se preocupe, la primera piedra la pondremos el día de la Inmaculada Concepción”, le respondió éste.
Y así sucedió. El 8 de diciembre de 1904 un grupo de jóvenes subiendo con gran esfuerzo las sendas polvorientas y zigzagueantes, llevó la simbólica primera piedra al lugar escogido. Lejos de ser el hermoso parque que es hoy en día, el Cerro San Cristóbal era en aquellos años apenas una cantera de donde sacaban los adoquines para la pavimentación de las calles de la ciudad.
Pasaron cuatro años, hasta llegar a Santiago las diferentes partes de la imagen de hierro fundido traídas desde el puerto de Valparaíso en grandes carretas tiradas por yuntas de bueyes. Fue una proeza arrastrarlas hasta la cima de la montaña dónde un grupo de ingenieros fundaba los cimientos en la roca y supervisaba la correcta colocación de cada pieza sobre el pedestal previamente construido, en cuyo interior se instaló una capilla.
En abril de 1908 estaba completa la grandiosa obra, elevándose a casi 900 metros sobre el nivel del mar y midiendo 22 metros de altura, incluido el pedestal.
La estatua tiene 14 mt. de alto además de un pedestal de 8.3 mt. y pesa 36.610 kilos
El día 26 de ese mes, se inauguró el monumento, con una solemne ceremonia de bendición de la imagen.
Según nos cuenta una revista de la época, a pesar de las dificultades de una subida difícil y peligrosa “millares de personas que desde los cuatro extremos de la ciudad acudían a presenciar la ceremonia formando una romería interminable. Aquella abigarrada multitud de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, en llegar a la cumbre del cerro, demoró cerca de cuatro horas”. Llegando se aglomeraron felices alrededor de la imagen de la Madre de Dios.
El Santuario de la Virgen del Cerro San Cristóbal hoy en día
Quien viene a Santiago no puede dejar de visitar a la Inmaculada, pues desde cualquier punto de la ciudad se destaca la imagen de la Virgen, invitando a todas las almas a acercarse a Ella. Pero a diferencia de los primeros años, hoy en día está rodeada de hermosos parques y paseos. Un funicular llega a sus pies y cada 8 de diciembre son miles los peregrinos que van a pagarle sus mandas y a buscar un momento de paz.
Sin lugar a dudas que la visita más ilustre ha sido S.S. Juan Pablo II, quien al llegar a Chile el 3 de abril de 1987, el primer lugar que visitó fue el Santuario del Cerro San Cristóbal.
Si algún día, lector, Ud. va a Santiago de Chile, no pierda la oportunidad de visitar la Virgen del San Cristóbal, en ella podrá admirar el tesón de los hombres que la levantaron, y también podrá elevar una plegaria a quien fue concebida sin mancha y sin pecado, la Santa Virgen de las Virgenes.