El 6 de noviembre de 1965, Chile se convulsionó. En las lejanas y solitarias tierras de Aysén un joven oficial de carabineros había sido abatido por balas de gendarmes argentinos. Era el teniente Hernán Merino Correa, nombre que corrió como reguero de pólvora y de Arica a Punta Arenas el fervor popular se manifestó en concurridas protestas de airado patriotismo. Sólo en la capital se calculó en cuatrocientas mil las personas que fueron a su funeral. Esta semana se cumplen 50 años de este hecho, el que recordamos con esta pormenorizada narración histórica.
Mientras, la bandera argentina, quemada en repetidas veces y lugares, iban de la mano al repudio de las máximas autoridades del pais vecino. Los manifestantes cambiaron los letreros de las calles que tenían figuración argentina por las del joven teniente que había rendido su vida, defendiendo la soberanía nacional, allá en lejanas tierras chilenas conocidas como Laguna del Desierto.
Días antes, el 30 de octubre, los presidentes Eduardo Frei Montalva y Arturo Illia, habían efectuado una reunión en Mendoza con el fin de estrechar lazos de amistad entre ambos pueblos, en la que también estuvieron presentes los respectivos cancilleres. En esa oportunidad se firmaron varios acuerdos entre los que destacó el siguiente:
“Ambos países han recurrido siempre a las vías del derecho y a los medios de solución pacífica de los conflictos que superaron en el pasado y, en consecuencia ratifican su invariable decisión de encausar en la misma forma los que deban dilucidar en cualquiera circunstancia”.
Más adelante se establecía que se tomarían las medidas conducentes para intensificar los trabajos de la Comisión Mixta de Límites, de forma de terminar estas actividades en un plazo de cinco años.
Pero al parecer lo que afirmaba su Presidente, no era bien visto en otras esferas de la vida trasandina, ya que los hechos acontecidos en Laguna del Desierto, bien pudieron haberse evitado.
Contenidos
El estudiante Hernán Merino Correa
Hernán del Carmen Francisco Merino Correa, nació en Antofagasta, el 17 de julio de 1936. Hijo de Carlos Merino Charpentier y Ana Correa de la Fuente. Su padre, comerciante, había sido Capitán de Carabineros, con cuyo grado se retiró el año 1932.
A los seis años ingresa a la Escuela Superior de Hombres Nº 92, de Limache, donde comienza a forjarse su personalidad de joven dedicado al estudio y respetuoso con sus profesores y compañeros.
Cumplida su educación primaria, se incorpora al liceo Abraham Vera Yanattiz, donde aparte de sus estudios y su amor por los deportes, se le nombra abanderado del colegio, misión que cumplía con singular seriedad y prestancia, según compañeros que lo conocieron.
Posteriormente, en 1955 ingresa a la Universidad Técnica del Estado, donde se inicia en la carrera de Técnico Mecánico Industrial, estudios que abandona luego para postular a la Escuela de Carabineros.
Sus recomendaciones y certificados de estudios fueron vitales para su ingreso a la Escuela de Carabineros, quedando constancia que lo hacía por expresa vocación y no porque su padre hubiera pertenecido a la Institución.
El Teniente Hernán Merino Correa
El 16 se marzo de 1956 trasponía por primera vez las puertas de la Escuela de Carabineros trasformado en flamante Aspirante a Oficial, donde durante dos años tuvo oportunidad de mostrar sus cualidades de joven estudioso, deportista y con especiales condiciones para los servicios de la Institución, lo que le permitió egresar con una de las primeras antigüedades.
Luego sus destinaciones fueron unidades de la capital: 13º Comisaría Ñuñoa y 16ª Comisaría Carrión, donde el joven subteniente se compenetra en forma efectiva de las labores policiales de una Comisaría.
A continuación, el año 1960, pide su traslado al sureño poblado de Santa Bárbara, donde tiene una sobresaliente actuación al salvar a una mujer y un menor que eran arrastrados por la corriente del río Mininco.
El 1º de abril de 1961 es ascendido al grado de Teniente y destinado a la 1ª Comisaría Renca, de donde pasa a la 19ª Comisaría Móvil; el 16 de febrero de 1962 se le destina a la 1ª Comisaría Coyhaique, de la Prefectura de Aysén, en plena Patagonia chilena.
Luego de unos meses se le traslada a la 2ª Comisaría Puerto Aysén, donde se relaciona con la ciudadanía e ingresa al Rotary Club, situación que le permite tener otra visión de las necesidades de los habitantes de esta remota región.
Rescate de avión siniestrado
La quietud de aquel domingo 16 de junio de 1963 fue interrumpida por el accidente sufrido por el avión FACH 953, que en vuelo de Balmaceda a Puerto Montt se estrelló en el cerro Pérez, cerca de la isla Cinco Hermanas, desde donde el buzo Francisco Melipichún escuchó el ruido del violento impacto. Sin otro apoyo que sus brazos, tomó su bote y a medianoche estaba en el retén de Puerto Aguirre. De allí provino la primera patrulla llegada a los pies del murallón de selva impenetrable que impedía un rápido socorro las víctimas.
Desde Puerto Aysén se envió una nueva patrulla al mando del teniente Hernán Merino, la cual reemplazó en la ascensión a la de Puerto Aguirre, que extenuada, se hallaba a sólo sesenta metros del sitio del accidente.
En el lugar se encontró un solo sobreviviente: el jinete Guillermo Ayala, quien debió ser llevado a pulso, alternándose en su transporte todos los integrantes de la patrulla, incluido Merino. Partes del trayecto se realizaron en condiciones muy precarias, ya que el barro los hacía rodar con frecuencia dejándolos en medio del enmarañado paisaje, donde debían pararse una y otra vez y retomar el descenso. Cuando otras patrullas que llegaron al rescate subían el cerro, se encontraron con el teniente Merino quien junto a otro carabinero, ambos totalmente embarrados, bajaban al sobreviviente en una angarilla.
El 1º de febrero de 1964 el teniente es trasladado a la fronteriza comisaría de Chile Chico. En febrero de 1965 se le ordena hacerse cargo de la Tenencia Cochrane, año crucial en los problemas limítrofes aún no resueltos con la República Argentina.
Al poco tiempo se le designa como Subdelegado Subrogante de la comuna de Río Baker, ayudando a los lugareños a solucionar problemas relacionados con la tenencia de tierras, ya que muchos pobladores, debido a la lejanía, simplemente no efectuaban los trámites correspondientes.
Regularmente iba más allá de los deberes que le imponía el uniforme verde, consciente de las precariedades de la zona, impulsó el proyecto de ornamentación de la plaza de Cochrane y fue uno de los participantes del proyecto del camino de Cochrane a Puerto Bertrad. Dio también su apoyo a los arreglos, extensión y nivelación de la pista de aterrizaje, obra que realizó la comunidad y personal de Carabineros. Junto al cabo Luis Gómez Triviño y pobladores fundaron el club deportivo Cochrane, llevando así esta forma de entretención a tan apartado lugar.
Fundó igualmente el Club de Huasos junto a pobladores que usaban aperos gauchos y los instó a usar aperos, monturas chilenas y traje de huaso, introduciendo de paso la rayuela como otro deporte.
En todas estas actividades, respaldaba el uso de prendas nacionales, prohibió el ingreso a Cochrane de chilenos con “bombachas” argentinas y el uso del “facón” en la espalda.
Laguna del Desierto
Este apartado lugar se encuentra ubicado entre los paralelos 48º y 50º de latitud austral, de unos 15 kilómetros de longitud y 1,8 de ancho, una región rodeada de ventisqueros y ríos torrentosos. (Ver Mapa )
Hablar de la historia limítrofe de este recóndito lugar sería muy extenso, pero todo viene del Tratado de Límites de 1881, al que le siguen el protocolo de 1893, el acta Buchanan de 1899, el fallo arbitral Británico de 1902 y otros estudios limítrofes, que poco aportaron, ya que algunas de sus decisiones no fueron efectuadas con conocimiento del terreno, situación que finalmente quedó en manos de la Comisión de Límites de ambos países.
En lo que había claridad hasta ese año, era que estos terrenos eran chilenos, explotados por chilenos, los que pagaban sus impuestos en Punta Arenas o Chile Chico y por ende los terrenos estaban inscritos en Chile.
Merino: “mantendré la soberanía aunque me queme”
En octubre de 1965, llegaron hasta el sector norte de Laguna del Desierto el Comandante Andrada y el Cabo Delgadillo, integrantes del Escuadrón de Gendarmería de Río Turbio, quienes se hacían acompañar de un periodista del diario La Opinión, de Río Gallegos, y notificaron a los pobladores que debían inscribir sus tierras en la Oficina Agraria de Río Gallegos, dando un plazo de 25 días a contar del 6 de octubre, de lo contario serían detenidos e incautados sus animales. El poblador Domingo Sepúlveda concurrió hasta el retén Lago O’Higgins, donde dio cuenta de este hecho.
Estas notificaciones, se sumaban a otras acontecidas a fines de 1964 y principios de 1965, pero sin que las actitudes matonescas de los gendarmes pasaran más allá.
Conocidos los antecedentes por el prefecto de Aysén, Comandante Jorge Bravo González, éste dispuso el envío de una patrulla al lugar para evaluar la situación.
En cumplimiento a esta orden el 11 de octubre, en un avión FACH, se embarcó una patrulla comandada por Mayor Miguel Torres Fernández, sargento 2º Miguel Manríquez Contreras, cabo Víctor Hugo Menar Durán y carabinero Washington Soto Varas. En Chile Chico se agregó el capitán Eduardo Partarrieu Navarrete, el sargento 2º Ernesto Gutiérrez Rojas, los carabineros Víctor Schaft Igor y Mario Rodríguez Pérez. Fueron necesarios varios vuelos, para transportar hasta allí personal, equipos, armamento y víveres hasta la cancha de Río Mayer, ya que no existía pista de aterrizaje en el retén Lago O’Higgins.
Con el apoyo del aviador Ernesto Hein Águila, que aterrizó providencialmente en Río Mayer, se pudo llegar vía aérea a Ventisquero Chico, llevando también al teniente Merino que fue embarcado en Cochrane junto al carabinero Manuel Pérez Milladeo. Desde allí la patrulla debió realizar una jornada a pie de ocho horas para llegar al retén Lago O’Higgins. El mayor Torres con el capitán Partarrieu quedaban en Mayer.
La Patrulla Merino debía llegar hasta el sector donde habitaban los hermanos Sepúlveda, en cuyo lugar debían levantar campamento provisorio con el fin de proteger a los colonos; pero sin entrar en contacto con Gendarmería.
Entretanto las comunicaciones se realizaban entre el retén, la Prefectura y la Dirección General de Carabineros y desde esta última directamente con la Cancillería, cuyas instrucciones eran de evitar cualquier disturbio con los trasandinos.
Merino tomó contacto con el poblador Domingo Sepúlveda, dio instrucciones a la gente del retén, imponiéndose también de noticias que circulaban por el sector, en el sentido que se veían concentraciones de gendarmes. Entre otras medidas informó a la prefectura de Aysén sobre la necesidad de levantar una avanzada provisoria en una casucha ubicada al sur de Laguna del desierto, en el predio de Juana Sepúlveda, sector de indiscutida soberanía chilena.
Por una transmisión radial de la “Voz del Sur”, de Punta Arenas, se enteró que patrullas argentinas se dirigían a Laguna del Desierto, lo que le obligó a solicitar refuerzos al mayor Torres, pues suponía un enfrentamiento en cualquier momento, ya que el comandante Andrada, de Gendarmería se dirigía a instalar una avanzada en Laguna del Desierto y otra cercana en territorio argentino.
Fue en esas circunstancias que Merino redactó un parte de puño y letra que envió al mayor Torres: “Mantendré la situación hasta donde sea posible, evitando todo incidente, siempre y cuando no traten de tomarnos detenidos, caso en el cual mantendré la soberanía aunque me queme”.
Esto demuestra que Merino, al igual que otros hombres de armas de nuestra nación, que alguna vez se hallaron en similares circunstancias, estaba compenetrado de sus deberes y del juramento que había prestado como oficial de Carabineros. Asumía una responsabilidad que hasta cierto punto no le correspondía, por el grado que ostentaba. Pero su sentido del deber le indicaba que debía ir más allá y hacerlo, esperando las consecuencias con ese puñado de hombres, máxime cuando a su pedido de refuerzos sólo se le envió al carabinero práctico en primeros auxilios Luis Villagrán Garrido.
Por su parte el mayor Torres que debía llegar hasta la avanzada donde estaba la Patrulla Merino, vio retrasado su viaje debido a las malas condiciones del tiempo. Una vez en el retén Lago O`Higgins, el mayor Torres y el carabinero Schaft con algunos fusiles y munición, cabalgaron a la parte sur de Laguna del Desierto, llegando a la casa de Juana Sepúlveda, donde estaba Merino.
Al día siguiente Torres y Merino en medio de la llovizna procedieron a verificar los accidentes visuales señalados en el protocolo de 1903, como el cordón Martínez de Rozas y cerros Bonete y Fitz Roy con el fin de ratificar que estaban en suelo chileno de acuerdo con esa demarcación.
En estos menesteres se encontró una choza a cuatro kilómetros de la casa de Juana Sepúlveda, la que se habilitó como Avanzada Torres, a la que se trasladaron todos los enseres el 25 de octubre.
En esos días llegó al lugar el coronel de Ejército Raúl Poblete Vergara y el comandante Pedro Medina Arriaza del Instituto Geográfico Militar y un cabo fotógrafo. Pertenecían a la Comisión Chilena de Límites y cumplían una comisión reservada del Ministerio de Relaciones Exteriores. De acuerdo a sus apreciaciones, el lugar en que se ubicaba la avanzada estaba en territorio chileno, aunque al parecer pertenecían al argentino Ricardo Arbilla, dueño de la estancia La Florida.
. Se había propuesto construir una avanzada en las cercanías, mientras de la Cancillería salían diversas ordenes que obligaban replegarse a la patrulla para enseguida dejarla en el mismo lugar.
Luego de una intensa caminata a caballo y a pie, a mediodía del seis de noviembre, el carabinero Schaft entregaba un sobre al mayor Torres, en el que se le ordenaba replegarse a la casa de Juana Sepúlveda. De inmediato dispuso que la mayor parte de la patrulla regresara al retén Lago O’Higgins, quedando sólo él, el teniente Merino, el sargento Manríquez, el cabo Menar y los carabineros Soto y Villagrán.
Se dice que el mayor Torres quiso partir alrededor de las cinco y media de la tarde para aprovechar la luna que permitía un tránsito más cómodo.
A las cuatro de la tarde despachó al capitán González, quien se retiró con su gente montada y algunos a pie, pero todos llevando parte del equipo de la avanzada.
Mientras los carabineros Soto y Villagrán buscaban los pilcheros en un potrero cercano, el cabo Menar terminaba de cocer el pan y alistaba su equipo para el viaje. El teniente Merino efectuaba una ronda por el lugar cuando de improviso apareció un avión argentino con tres tripulantes. No les llamó mayormente la atención, pues pensaron que ellos también se estaban retirando y efectuaban este sobrevuelo como lo habían hecho en días anteriores.
Luego de una hora ya estaban casi listos para iniciar el retiro, sólo faltaban los pilcheros y sacar la bandera. En esos momentos llegaron corriendo dos hijos de Juana Sepúlveda, a quienes los carabineros protegían mientras llegaba su tío Ismael desde Argentina donde efectuaba algunas diligencias. Los menores gritaban que en el bosque un grupo de soldados con cascos se arrastraban hacia la avanzada.
El mayor Torres se adelantó a Merino y Manríquez y avanzó sin armas hasta el sector donde presumía estaban los gendarmes, pidiendo en voz alta hablar con el oficial a cargo.
En ese instante Merino corrió a la choza y tomó su fusil, haciendo lo propio el sargento Manríquez, ambos corrieron al lugar donde avanzaba el mayor y el teniente Merino le dijo “Yo lo apoyo mi mayor”, mientras Manríquez gritaba a los argentinos que salieran, que no les iban a disparar. En esos instantes un disparo salió del bosque e impactó a Merino a la altura del pecho. Luego una descarga cerrada obligó a Torres tirarse al suelo junto al teniente Merino que agonizante alcanzó a exclamar: Me fregaron, mi mayor, mientras el sargento Manríquez caía herido junto a un árbol.
En el intertanto, un nerviosos oficial argentino daba el alto al fuego, el cabo Menar que venía armado, para socorrer a los heridos.
Luego del bosque aparecieron los periodistas que acompañaban a los gendarmes, quienes fotografiaron la escena del teniente muerto y luego las fotos del mayor Torres, quien en ningún momento subió los brazos en señal de rendición, a pesar de las amenazas de los uniformados trasandinos.
El teniente Merino había entregado su vida como una ofrenda imperecedera del resguardo de la soberanía nacional. Allí en Laguna del Desierto, terreno hostil, olvidado, lejano, su cuerpo quedó tendido víctima de la falta de medios, víctima de la falta de entendimiento y comprensión de los hombres.
Si bien es cierto, hoy puede parecer incomprensible cómo una quincena de carabineros con los mínimos medios fueron enviados a defender a los colonos de una posible erradicación por parte de Gendarmería Argentina, también es incomprensible como no hubo ningún apoyo logístico inmediato, especialmente en medios de comunicación, como equipos de radio, una mayor cantidad de caballos frescos y principalmente, la falta de órdenes precisas y no dubitativas como sucedió por parte de la autoridad política.
Post mortem
Luego que el Comandante Principal que mandaba a los gendarmes, se reuniera con su gente, con el fin de adoptar una determinación sobre los acontecimientos que estaban a la vista, se determinó llevar al teniente Merino, que fue atravesado sobre el lomo de un caballo, en tanto el sargento Manríquez, malherido fue llevado en una improvisada angarilla.
Acompañaban a este cortejo el mayor Torres y el cabo Menar, en calidad de prisioneros. A la una de la mañana la comitiva arribó a la Laguna Cóndor, donde los prisioneros y el teniente Merino fueron entregados a otra patrulla de gendarmes que los condujeron a pie hasta la estancia La Florida de Ricardo Arbilla, donde llegaron a las diez de la mañana del día domingo 7.
A pesar de su escasa condición física, los detenidos fueron acusados por el nuevo comandante de haber agredido a los gendarmes argentinos en Laguna del Desierto, según rezaba el respectivo parte emanado por sus aprehensores. Sin fuerzas para responder a tergiversadas acusaciones, los chilenos fueron subidos a un camión y enviados al sector norte del Lago Viedma, desde donde fueron conducidos a Río Gallegos. Allí el sargento Manríquez fue transportado a una clínica militar.
Los prisioneros, ingresados incomunicados en el Regimiento de Combate Nº 181.
Entretanto a nivel de gobierno de Chile, Carabineros y la Cancillería, se buscaba una solución para traer a Chile los restos del teniente Merino, el mayor Torres y sus hombres, por lo que se formó una “Comisión Repatriadora”, originando tensiones a nivel de ambas naciones, las que no trascendieron mayormente. Se trataba de evitar cualquier roce entre Carabineros y Gendarmería, por lo tanto se convino en que la entrega la efectuara el Ejército Argentino, dejando a los carabineros fuera de la delegación. Sin embargo el General Huerta no aceptó esta medida y se mantuvo firme en que un oficial superior de Carabineros debía estar en la delegación.
Finalmente esta medida fue aceptada y 8 de noviembre, se dispuso que el general de Carabineros Gilberto Bunting Celedón y el mayor (ayudante del general Huerta) Mario Muñoz Guerricabeytia, más el doctor Alberto Navarro y dos carabineros enfermeros, acompañaran al subsecretario del Interior Juan Hamilton Depassier a Río Gallegos en la delicada misión de traer de regreso al país al mayor Torres, sus subalternos y el cadáver glorioso del teniente Hernán Merino Correa.
La delegación viajó embarcada en un avión Lan que hizo escala en Puerto Montt, donde debieron quedar algunos periodistas que los acompañaban y a las 19.45 horas zarpó con destino a Río Gallegos.
Aterrizados en ese pueblo de la Patagonia, los integrantes fueron llevados en un bus militar hasta las dependencias del batallón de combate Nº 181, donde fueron recibidos por el comandante Antonio Luis Merlo. Luego llegó el general de Ejército argentino Roberto Aníbal Fonseca, quien tuvo a cargo la breve sesión, donde luego de fijar algunos aspectos esenciales con el señor Hamilton, se firmo el acta protocolar de entrega de los prisioneros y el cadáver del teniente Merino.
En un momento el general Bunting expresó a Fonseca la necesidad de establecer la recuperación de las armas y enseres de la patrulla, lo que no se efectuó en ese momento, ya que según Merlo, esas armas y especies deberían estar en poder de Gendarmería.
Con la salud del sargento Manríquez surgió un problema, ya que el suboficial no se encontraba en condiciones de regresar a Santiago por estar demasiado débil, por lo que se optó por dejarlo en el mismo centro de salud donde había sido intervenido.
Luego el doctor y parte de la comisión tuvieron acceso a ver el cadáver del teniente Merino, el que estaba desnudo en el interior de un ataúd, luciendo en el pecho la herida a bala que le había costado la vida. Según esa revisión, no tenía otras heridas.
El día martes 9 de noviembre a las 14:10 horas aterrizaba en Santiago el avión Caravelle de Lan Chile que traía la urna argentina que contenía los restos del teniente Merino, la que era esperada en el aeropuerto Los Cerrillos por una multitud de periodistas y público que repletaba las instalaciones del terminal aéreo.
Desde allí fue conducida a la Escuela de Carabineros, donde el cuerpo fue trasladado a una urna de manufactura nacional de la mejor calidad.
Luego del velatorio, el miércoles 10 de noviembre, los restos fueron llevados a la Catedral de Santiago, donde una vez realizada la misa, la carroza siguió viaje hasta Avenida La Paz, donde las pergoleras y gente común la inundaron de pétalos.
En la Prefectura Norte, el cortejo se detuvo, la urna fue pasada a un camión de bomberos que hizo las veces de cureña y los concurrentes continuaron a pie hasta el cementerio. Jinetes y caballos del Cuadro Verde flanqueaban el camión y lo propio hacía personal de la Comisaría del Tránsito, para evitar que las cuatrocientas mil personas, que se calcularon ese día, se acercaran más de lo conveniente.
Luego de los discursos del Ministro del Interior y subrogante de Defensa Bernardo Leighton y del coronel Jorge Aranda Parra, sus restos fueron inhumados en el Mausoleo de Carabineros.
Mediante un proyecto de Ley de la Cámara de Diputados de 26 de noviembre de 1965, se ascendió al teniente Merino, por gracia, al grado de General de Carabineros como “héroe de Laguna del Desierto”.
Hoy sus restos descansan en el Monumento a los Mártires, erigido para honrar a quienes como el Teniente Merino, han caído en el cumplimiento del deber.
[box type=»note» size=»large» border=»full»]Galería de Fotos en http://identidadyfuturo.cl/2015/11/galeria-de-fotos-teniente-hernan-merino-correa/[/box]
Bibliografía consultada para este artículo:
- “Teniente Merino: Héroe Nacional de la Soberanía” de Iván Stenger Larenas.
- “Teniente Merino, el Héroe de Laguna del Desierto” René Peri y Gustavo San Martín.
- Revista “7 Días”.
- Revista “Flash”.