Comúnmente se asocia al artesano con un joven parado en una esquina vendiendo aros y pulseras sobre un paño de colores, el “artesa”. Estereotipo urbano pero muy lejano de la realidad. Un buen artesano, uno profesional, sabe dejar de lado la improvisación dedicarse con pasión a su labor, investigar e informarse y siempre aprendiendo nuevas técnicas para mejorar su producto.
Esto es lo que encontramos en el oficio que por 14 años desarrolla Tomás Cataldo en la construcción de pequeñas reproducciones visuales de barcos y botes de la pesca artesanal chilena.
Diseñador de profesión, trabajo algunos años preparando sets de filmación para comerciales de televisión, pero había algo que lo inquietaba por satisfacer una necesidad de unir el trabajo manual con otra de sus pasiones, la poesía. Unión que para muchos hoy en día suena extraña e incomoda, pero que llevó a Tomás en un viaje al sur de Chile a reparar en los pequeños y frágiles botes de los pescadores. Lo atrajeron sus formas y colores, las historias de sus tripulantes, las puestas de sol en el mar y un sin fin de impresiones que a veces resulta difícil racionalizar. De ahí surgió junto a su esposa Margarita Gajardo este singular oficio de reproducir en miniaturas botes y lanchas pesqueras.
“Lo que me gusta son las terminaciones del barco, cuando tú te paras en la proa y vez como corta el agua, para mi eso es poesía, es un encanto. Siempre que fabrico barcos me recuerdo los lugares en que los vi, los pescadores artesanales y sus historias, un oficio de alegrías y tragedias, son personajes que cuando salen no saben si vuelven.”
Para su oficio se informa e investiga en sus viajes por el sur de Chile. “Las caletas perdidas, en dónde trabajan a pulso casi sin tecnología son los lugares que visitamos para obtener imágenes y testimonios de los pescadores.”
También ha visitado a varios carpinteros de ribera, quienes construyen barcos al ojo, sin planos, y que igual logran una simetría perfecta. Filma y fotografía los que más le llamaron la atención, luego en su taller en Santiago los reproduce.
Utiliza la técnica del tingladillo, el de una tabla montada sobre otra y calafateada. luego viene la pintura y en algunos casos el envejecimiento, a fin de tornarlo más real. En los más grandes (como el que ilustra esta nota) incorpora redes, flotadores, tanques de bencina y casi todo lo que va sobre la cubierta. “En este sentido el trabajo que realizo rescata la tradición del bote”, resalta.
Y todo este esfuerzo y pasión fue reconocido con el Sello de Excelencia Artesanía Chile 2010 entregado por Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y UNESCO. “Este ha sido uno de los momentos más felices de mi carrera como artesano”, nos cuenta.
No ha cedido a la tentación geométrica de fabricar maquetas a escala; sigue, en cambio, sus impresiones transmitiendo un recuerdo vivo de infancia a quien compra sus botes: “lo que yo hago son reproducciones visuales que se asemejan a la realidad, eso nos da la posibilidad de darle vida, porque la maqueta a escala es muerta, es bonita y perfecta pero sin gracia. Los barcos que hago tienen imperfecciones tal como las verías en la realidad. Eso es lo que lleva a la gente a revivir un lindo recuerdo de infancia o una visita a una caleta del sur de Chile.”
El verano pasado visitó Queule, caleta de la IX Región, “con mi señora descubrimos unos faluchos muy bonitos, de colores. Esos modelos son los próximos que vamos a trabajar, cada año tenemos modelos nuevos que nuestros clientes están esperando. Muchas personas los van coleccionando.”
Ahora está terminando los últimos detalles de la goleta pesquera de 1,50 mt. que presentará en su stand de la 38ª Muestra de Artesanía de la Universidad Católica, junto a sus otros botes. “Llevo casi cuatro meses de trabajo en ella y si quisiera instalarle un motor la hago navegar”.
Tomás Cataldo, artesano en botes y goletas
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fonos 78594207 y 72424659