Caminando por Pedro de Valdivia, esa frondosa avenida que está en fase de restaurar sus antiguos adoquines, sentí un hermoso sonido que me transportaba al barrio de mi infancia: salía de una caja de madera negra (con lorito y todo) cuya manivela rítmicamente giraba Ulises Rivera, desde hace algunos años organillero.
Estos instrumentos de música callejera llegaron a Chile a mediados del s. XIX traídos por el alemán Jose Strup a Valparaíso. Muchas veces todavía los organilleros van acompañados de esa creación nacional que es el Chinchinero con sus platillos, dándole más movimiento y atrayendo más público. Oficios y personajes de otrora que persisten o reviven. Las cadencias melodiosas de la tonada, fáciles de acompañar, introducían un agradable contrapunto de pausa y tranquilidad en medio de la agitación de la gran ciudad.