La 39ª Muestra de Artesanía de la Pontificia Universidad Católica nuevamente viene a presentar a los mejores exponentes nacionales de artesanía de excelencia. Ingresando a la muestra –ubicada en el Parque Bicentenario de Vitacura—nos encontramos con la instalación de los productos elaborados por los ganadores del Sello de Excelencia de Artesanía 2012.
El Ecuador, invitado internacional de este año, ilumina la muestra con sus vivos tejidos a telar y su rico y antiguo arte de su famosa imaginería religiosa.
Muy visitados son los rincones de Gustavo Méndez con sus coches en miniatura, de Boris Prado con sus volantines, de Tomás Cataldo con sus réplicas de botes de pesca artesanal y tantos otros que, solo mirarlos, es un deleite para el alma y los sentidos por sus diversas texturas, formas y colores.
Continuando a visitar los stands de la Muestra, nos vamos encontrando con sorpresas. Deparamos, por ejemplo, con uno que nos introducía inesperadamente en mil vivencias y recuerdos de las antiguas casas de fundo y sus característicos entornos.
Las manos de un antiguo comerciante de San Vicente de Tagua-Tagua, Luis Antonio Vargas, han recreado como por arte de magia — y hasta marcadas por la pátina del tiempo y los desgastes típicos del uso — objetos y mobiliario de corredores, talleres y cocinas, planchas de fierro para ropa, braseros, yunques, fraguas y herramientas; ambientes, animales y carretas que pueblan los recuerdos y vivencias de quien viva o haya conocido la vida campestre de la zona. Sus miniaturas reproducen en notables y muy variados trazos la vida cotidiana tradicional del campo en la 6ª Región.
Luis era un prospero comerciante que por causas ajenas a su voluntad sufrió fuertes reveses en sus actividades. Enfrentado a la estrechez y al derrumbe de sus sueños y expectativas, sacó fuerzas de la flaqueza, transformando la desgracia en oportunidad. Acudió en el apuro a su notable capacidad de observación y en las horas de lucha contra la adversidad comenzó a rescatar de su rica memoria las vivencias de toda una vida transcurrida, desde la su niñez, en una ciudad estrechamente unida a los quehaceres del campo. Resurgió de la pasajera depresión transformado en notable artesano.
Trabaja principalmente el metal y la madera. Entre sus piezas mejor logradas destacan por ejemplo sus cocinas a leña, muebles y herramientas, reconstituidos de aquellos que su padre entregó a su esposa cuando se casó. O una herrería, similar a la que poseía su abuelo cuando reparaba los carruajes de la comarca de San Vicente: forja, yunque y mesón de metal. Fue la cuidosa recreación de una primera carreta en miniatura, la que le abrió hace pocos años la puerta de este mundo encantado de la recreación artesanal.